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domingo, 26 de febrero de 2012

Tempus fugit, carpe diem


Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra (El tiempo vuela, como las nubes, como las naves, como las sombras.) 

Isabel apura la tercera cerveza tostada con sana avidez, mientras sus ojos y el resto de ella sonríen a Miguel con la salvaje franqueza de alguien sin dobleces. Aaaah, que fresca, que bien entra…
 
Miguel bebe un sorbo de su copa de vino mientras mira a Isabel agazapado tras el borde de la copa. Dios mio, que guapa, y que ojos más bonitos, y que sonrisa y que…, pero no, no debo, no puedo, no…, pero si casi acabamos de conocernos…, bueno, hace cinco años pero claro, nos hemos visto muy poco…, vaya…, sí…, hemos ido al cine a ver versiones originales francesas y cenado varias veces pero en el fondo no hemos intimado…, bueno…, estuvo “aquel” beso en que moví la cara y casi me lo da en la boca pero eso no cuenta, no? Uy!, Como me mira…, me funde, ésta hoy me funde…, mejor no bebo más…
 
- Bueno, dime – pregunta Isabel – como te va la vida, mi niño? Hace días que no sé de ti. Me tienes preocupada, te veo un poco apagado, casi triste.
 
- Ya sabes, como siempre - responde Miguel casi como pidiendo perdón - liadísimo con el trabajo, el jefe es un negrero, y si no es con el trabajo es con los niños, que si uno juega a básquet y entrena martes y jueves, que si la otra hace teatro y ensaya jueves y sábados, yo los jueves por la tarde parezco un taxista. Pobrecitos, uno u otra siempre llegan tarde, pero no soy fitipaldi, no puedo con todo, no puedo...
 
- Uf!, solo de oírte ya estoy estresada – comenta Isabel – me pregunto en qué parte de toda esta vorágine dejas de hablar en primera del plural para hablar en primera del singular. Donde habitas, mi niño? Donde tienes tu centro? Donde escondiste tu corazón, tu alma?
 
- Chica, qué quieres? – se queja Miguel – un padre con 2 niños y un trabajo aburrido no tiene casi tiempo para él, sabes? Si, claro, “tengo” a María, ella con sus amigas y su cóctel cada tarde, y siempre tiene tiempo para el spa cada semana, nunca para mí, ni para los niños. Pero peor es el cabrón de mi jefe, que me tiene haciendo papeleo y cosas sin importancia, si yo me atreviera, si me pusiera por libre se iba a enterar, pero no sé, y si sale mal? Y si sale bien pero luego no me gusta? Y si a María no le parece bien? A María nunca le parece bien nada de lo que hago, por que debería ser diferente ahora? Además, los niños aún son pequeños, quizás más adelante…
 
- Sabes? – responde Isabel - Creo que deberías encontrar un momento tranquilo, un espacio para ti mismo, y pararte un momento, respirar tres veces para oxigenarte bien, y pensar un poco en ti, aunque solo sea un poco. Cambiar las cosas es saludable, como dijo alguien, creo que Einstein, “si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Que lástima, un hombre tan interesante, tan divertido, con tanto potencial, y se esconde de si mismo.
 
- Claro, tu lo tienes todo más fácil – responde Miguel un poco picado – haces lo que quieres cuando quieres sin preocuparte de nada ni pedirle permiso a nadie. Así cualquiera. Jo, si yo tuviera el valor, si solo me atreviera a cambiar las cosas aunque solo fuese un poco, un día…, quizás un día…
 
- Bueno, así como tú lo dices – dice Isabel con tranquilidad – suena a que soy una vivalavirgen o algo peor. Vaya, así me ve él? Entonces, en el fondo, ya le parece bien ser como es? 

- No, no es eso, perdona – responde Miguel rápidamente – es sólo que todo lo que haces y todo lo que dices y cómo lo dices parece que fluya suavemente, natural. La verdad es que te envidio, querría ser como tú, pero no sé como. No se como? Claro que lo sé! Pero no me atrevo, ahí fuera está oscuro y da miedo…, aquí dentro entre cuatro paredes estoy seguro y todo está controlado, no hay riesgo de que me equivoque si todo lo pienso y repienso para finalmente no hacer nada.
 
De repente ambos se miran por encima de las cervezas y el vino, y una tenue descarga eléctrica en las sinapsis de ambos consigue el milagro. Ahora todo el subtexto entre ellos se hace evidente, y la mutua comprensión, y de repente él siente que sabe lo que quiere. 

Se levantan ambos de la mesa, salen del bar, caminan lentamente por la calle, callados y pensativos. En la esquina se paran, se miran, se sonríen, se abrazan, y cada uno se va por su lado.

1 comentario:

  1. A veces, las relaciones parecen como un carbón con cenizas, necesitan un pequeño soplo para que las chispas salten

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